El cacao como aliado de las mujeres: desarrollo rural con rostro femenino

“Prefiero trabajar bajo la sombra del cacao” fue una expresión muy orgánica que escuchamos de una de las emprendedoras de nuestro programa “Ella Es Energía”, mientras recorría los cultivos en la Granja Villa Mónica, sede de Fedecacao en San Vicente de Chucurí (Santander), durante una experiencia inmersiva junto a otras mujeres productoras.

En ese momento, nos compartió cómo cultivar cacao transformó sus dinámicas diarias: menos desgaste físico y emocional, más tiempo con sus hijos, un proyecto que se vive en familia… y una pasión descubierta en la versatilidad de este fruto ancestral. Ya no solo hablaba del cultivo: nos hablaba de propuesta de valor, de costos, de cadena de producción, de planes de crecimiento. La transformación era visible: era técnica, era emocional, era colectiva.

Dos fechas que nos invitan a reflexionar

Hace unos días se conmemoraron dos fechas clave que nos invitan a hacer una pausa y mirar el panorama del país en el que, sin duda, tiene impacto en los diferentes territorios que acompañamos: 

  • El 6 de julio, el Día Mundial del Desarrollo Rural, nos recuerda que en Colombia hay 5.76 millones de mujeres rurales, y que la incidencia de pobreza multidimensional en estos sectores se encuentra al 24,3%, mientras que en las cabeceras municipales al 7,8%. Por su parte la empleabilidad en el campo representa el 15.5% de la población del país.
  • Y el 7 de julio, Día Mundial del Cacao, nos conecta con un cultivo de raíces profundas en nuestra historia y con un enorme potencial transformador en lo económico, ambiental y social, pues en el 2024, nuestro país alcanzó una producción histórica de 73 mil toneladas, impactando la producción y los ingresos en el sector.

En Colombia, el cacao no solo es un producto agrícola: es una herramienta de paz, de emprendimiento, de dignidad. Y en muchos de nuestros territorios rurales, son las mujeres quienes lo convierten en oportunidad.

Mujeres cacaoteras: la raíz del futuro rural

Si bien es cierto que las mujeres rurales enfrentan muchas brechas de género, este fruto y todas las tareas derivadas de él, permiten que sean ellas cerca del 30% de la fuerza laboral cacaotera en Colombia, logrando así liderar procesos productivos que van desde la siembra hasta su transformación.

Ante esta realidad, surgió una figura poderosa que ha tomado fuerza en los últimos años: María del Campo, símbolo de la mujer cacaotera colombiana, construida colectivamente por Fedecacao, el Ministerio de Agricultura y el sector rural. María del Campo no es una sola mujer: representa a todas las que, día tras día, con manos firmes y corazón resiliente, sostienen la economía de sus familias y la vida de sus territorios.

Ella Es Esmeralda: autonomía que transforma territorios

La historia de esta emprendedora es también la historia de muchas otras mujeres que han participado en los proyectos y programas de Ella Es Esmeralda, la línea de la Fundación She Is, dedicada al empoderamiento multidimensional de mujeres adultas. Creemos profundamente que las oportunidades bien dirigidas son semillas de transformación, y que la autonomía económica es una puerta de entrada para la equidad de género, el bienestar colectivo y la revitalización de los territorios rurales.

En contextos marcados por desigualdad, violencia o exclusión histórica, acompañar procesos de formación técnica y desarrollo de habilidades poderosas es sembrar futuro. Es permitir que mujeres como ella ya no solo hablen de sobrevivir en el campo, sino de innovar, liderar y crecer desde él.

Un fruto, muchas posibilidades

El cacao simboliza dulzura y también resistencia. En sus semillas habita la fuerza de miles de mujeres rurales que, a pesar de las brechas estructurales, han decidido sembrar un camino propio. Mujeres que hoy no solo cultivan, sino que lideran, innovan y transforman el territorio desde la raíz.

En Colombia, donde más de 5 millones de mujeres viven en zonas rurales y enfrentan una pobreza multidimensional del 24,3%, invertir en su autonomía no es un acto simbólico: es una estrategia de desarrollo urgente. Y cuando ese desarrollo se cultiva con enfoque de género, con herramientas técnicas y con redes de sororidad, el impacto trasciende lo individual. Se convierte en bienestar colectivo.

Desde la Fundación She Is, a través de nuestra línea Ella Es Esmeralda, sembramos capacidades, acompañamos procesos productivos con propósito, y reconocemos que las mujeres rurales no son beneficiarias: son protagonistas. Porque cuando una mujer florece en el campo, no florece sola. Florece su familia, su comunidad, su territorio. Y con ella, florece el país.

Nereyda Campo
Coordinadora de Proyectos, Ella Es esmeralda